Y también para las 18.000 mujeres que menstrúan, el 70% de los niños que se orinan en la cama y otros 1.000 civiles, entre ancianos y heridos, que viven (malviven) en el campamento jordano de Zaatari, el mayor de todo Oriente Próximo. En este lugar, instalados, en medio del desierto, en contenedores transformados en algo que llaman viviendas, pasan sus días 81.000 sirios a la espera de un futuro mejor. Mientras, iniciativas como las de Amy Peake, una profesora de pilates británica, les permite mejorar, en algo, sus existencias. Ella es la intermediaria que ha hecho llegar a este campo, tras leer de su existencia en una revista, la máquina fabricante de compresas baratas ideada por el inventor indio Arunachalam Muruga.
Amy Peake, cuando se le pregunta del modo por el que tuvo conocimiento de este artilugio cuenta que fue una mañana, mientras ojeaba una revista en la consulta de su médico en la localidad en la que vive, en el condado británico de Cornualles. La revista que leyó le reveló las desgarradoras condiciones de vida por las que tienen que pasar, a causa de la guerra, las personas con contingencia que viven en éste y en otros campamentos de la zona. Al llegar a casa, su esposo le habló de una máquina que utilizaban en la India para fabricar compresas baratas. Allí cambió todo. Así nació en marzo de 2014 el proyecto solidario Loving Humanity, con el que busca Amy Peake que las refugiadas puedan producir y vender, a un precio módico, compresas y toallitas sanitarias. Su misión: evitar infecciones, crear puestos de trabajo y devolver algo de la dignidad a estas personas arrasadas por las bombas.
Durante meses, Amy dedicó todo su tiempo a escribir a agencias y organizaciones humanitarias que pudieran estar interesadas en poner en marcha su proyecto. Nadie respondió… pero ella tampoco se rindió, así que cogió dinero de sus propios ahorros y se presentó en el campamento de Zaatari. Quería conocer, de primera mano, la situación. Después de repartir 40 kilos de ropa de bebé que llevó con ella, Amy se puso a averiguar sobre el problema de la contingencia. Fue entonces cuando descubrió que tan sólo el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC, por sus siglas en inglés) reparte compresas cada seis meses, solo para mujeres que tienen entre 14 y 40 años -las existencias se agotan en sesenta días-. En muchas ocasiones no queda otra que utilizar trapos de cualquier clase y en cualquier condición lo que, muy a menudo, provoca infecciones por la escasez de agua y jabón para lavarlos. Amy lo tuvo claro, con el dinero que había ahorrado de sus clases de pilates, viajó a la India, conoció a Muruga (el inventor de las máquinas), aprendió cómo funcionaba el artilugio y, en video, grabó las explicaciones y el proceso. Así podría enseñárselas a las mujeres de Zaatari. Compró dos máquinas y, pertrechada con una maleta llena de productos sanitarios fabricados en la India, Amy volvió al campamento jordano.
El Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas (Acnur), entusiasmado con el proyecto, ya ha otorgado los permisos para llevar a cabo una prueba piloto de seis meses. Será gestionada sobre el terreno por la organización humanitaria NRC. Y si da resultado, se extenderá a otros países como Turquía, que alberga a más de dos millones de desplazados. Desde su web http://lovinghumanity.org.uk/ y en el portal https://www.justgiving.com/lovinghumanity/ Amy recibe donativos a diario de personas anónimas que la animan a seguir adelante.