Enrique Ruano y Maite Morales son un matrimonio y viven en Estepona (Málaga). Él es quiromasajista; ella padece esclerosis múltiple. ¿Qué tienen de especial? Él ha aprendido y se ha especializado en apiterapia para tratar a su mujer.
En la finca, en la que vive la pareja, hay instaladas dos colmenas en las que revolotean miles de abejas obreras. Son las poseedoras de un veneno que Enrique inyecta, una vez por semana, a su esposa para alejarla de su calvario…un calvario que, hace dos años, casi llevó a Maite a una silla de ruedas.
Enrique Ruano pasa consulta en San Pedro de Alcántara (Marbella; Málaga). El quiromasajista coge, unas pinzas, una abeja procedente de una cajita de cartón y, durante tres segundos, la posa sobre el cuello de la paciente. En ese momento, el insecto inyecta su veneno (la apitoxina que usaban los romanos para tratar migrañas) y Enrique retira el aguijón con otras pinzas y lo deposita, junto a la abeja muerta, en una papelera. Calca el protocolo hasta 14 veces más, en distintas partes del cuerpo de Maite. En la cabeza, en la zona lumbar, en la pierna derecha…Así trabaja Ruano.
La esclerosis múltiple es una enfermedad incurable, de la que ni siquiera se conocen las causas, que afecta a unas 46.000 personas en España, según datos de la Federación Esclerosis Múltiple España.
Lo que sí se sabe es que a enfermedad provoca la destrucción de la mielina (el tejido aislante que recubre las fibras nerviosas). Esto genera un trastorno en la capacidad de los nervios de conducir impulsos eléctricos desde y hacia el cerebro. Pudiera ser que el veneno de abeja sea capaz de regenerar esa mielina que destruye la enfermedad.