No es raro que el niño, que ya sufre algún tipo de problema de salud o discapacidad al nacer, presente evidentes problemas de desarrollo desde su nacimiento… aunque también puede ser que pasen meses antes que los padres (o los médicos) puedan darse cuenta de que algo no va bien. En este sentido la atención temprana es el término utilizado para englobar los servicios que, entre los 0 y 3 años de edad del niño, van a permitir detectar en éste problemas.
¿Y por qué es tan importante esta atención temprana? Porque el niño aprende -y se desarrolla– con mayor velocidad durante esos años. Por esta razón, resulta de vital importancia aprovechar esta etapa de desarrollo para minimizar los efectos que pudieran causar, en el niño, estos problemas. A medida que el menor crece, será más difícil enseñarle las habilidades que necesita.
¿Y qué servicios son esos de los que hablamos? Estamos refiriéndonos, por ejemplo, a aquellos que pudieran estar asociados a los campos de la salud o la educación. Un servicio puede ser algo tan simple como recetar unas gafas a un niño/a de dos años… o algo tan complejo como desarrollar un programa de fisioterapia completo para un niño/a con parálisis cerebral. La meta siempre es ayudar al niño/a lograr la mayor función e interacción posibles, tanto en su hogar como en sus actividades en la comunidad. En realidad, este tipo de programas (además de ayudar, evidentemente, al menor) pueden ser un apoyo y orientación muy importantes para el entorno familiar del pequeño.
¿Qué es un Plan de Servicio Individual Familiar?
Pues básicamente se trataría del programa destinado a articular el tratamiento, y plan de terapia, específicamente diseñado para el niño. En él se incluirán las metas para el desarrollo del menor. Además, se programarán las evaluaciones por las que deberá pasar el niño para, así, asegurar que se están logrando los objetivos deseados y marcados. Sobre el equipo encargado de llevar adelante este plan -y aunque podría variar en alguno de sus componentes- estaríamos hablando de un pediatra, un terapeuta experto en habla, un terapeuta ocupacional, un maestro de educación especial (durante la primera infancia del niño) y un trabajador social. Ellos, junto con el padre o tutor, serán los encargados de evaluar y -si fuera necesario, modificar- las necesidades especiales del menor.