Desde fuera, el rugby siempre se ha visto como un deporte agresivo e intenso. Sin embargo, sus practicantes siempre lo han visto como un deporte en el que imperan el respeto, la integridad, la pasión, la solidaridad… y, sobre todo su capacidad integradora.
Iker de Isusi, es responsable de la Sección de Acción Deportiva de la Fundación del Lesionado Medular (FLM), actual entrenador de Los Toros-FLM y, además, miembro de la comisión española de este deporte. Según este experto, el rugby en silla de ruedas comienza por la dificultad de organización que supone poner en movimiento a un grupo tan grande de jugadores…que se mueve en silla de ruedas. Además, para moverse en la alta competición de este deporte no vale una silla de ruedas convencional “se requieren sillas específicas para la práctica de este deporte, en el que hay diferentes tipos, sillas ofensivas y defensivas, que cuenten con una amplia angulación de las ruedas para tener buen giro y darle velocidad, con robustas estructuras para aguantar los choques y que tengan ruedas antivuelco, que evitan que los jugadores se caigan hacia atrás”.
Respecto a los comienzos del rugby en silla de ruedas -en un principio se llamó murderball o balón asesino– los primeros partidos se organizaron en Canadá allá por la década de los 70 del siglo pasado. Fue, y es, un deporte que sólo pueden practicar los lesionados medulares, puesto que es obligatorio que los jugadores que lo practican tengan una discapacidad que afecte total o parcialmente ambas extremidades inferiores y superiores.
Es un deporte mixto, con hombres y mujeres compitiendo en el mismo equipo, las reglas son una mezcla de baloncesto en silla de ruedas, hockey sobre hielo y balonmano (en sus variantes en silla de ruedas, todos ellos). Espectacular… si se tiene en cuenta que es un deporte de contacto y que el roce entre las sillas de ruedas es parte del juego.
