Un joven autista camino de conseguir el Premio Nobel

Él es Jacob Barnett y, con un coeficiente intelectual más alto que el de Albert Einstein, ha conseguido sorprender a toda la comunidad científica a su corta edad. Y todo ello a pesar de que todos el mundo creía que no llegaría jamás a saber cómo atarse los zapatos.

 

Sin duda, una historia de superación en la que las barreras no fueron impedimento para este joven de apenas 20 años. ¡Sigue leyendo!

Jacob Barnett, una mente prodigiosa con autismo severo

La historia de Jacob Barnett comenzó en el Estado de Indiana, EEUU, cuando, con tan sólo 2 años, le diagnosticaron de autismo severo.

En ese momento, todo se vino abajo. Los médicos espetaron que él jamás aprendería a leer ni a saber cómo atarse los zapatos. Su madre no daba crédito, su hijo era especial. Y, Jacob, perdió el habla. A partir de ahí, Jacob fue sometido a diversos procesos de aprendizaje para intentar que desarrollase las habilidades más básicas. Todo con el fin de que pudiera hacer su vida algo más llevadera.

Pero su madre, Kristine Barnett, sabía que su hijo tenía un talento especial. Desde pequeño, según relata en el libro que acaba de editar sobre Jacob, memorizaba cada calle de las ciudades que visitaban y, al llegar a casa, las recreaba utilizando bastoncillos y palillos en el suelo. Tenia una capacidad asombrosa para recordar y memorizar.

Noviembre de 2001, Jacob tenía tres años

Con tan sólo tres años,la profesora de Jacob (Jake para los amigos), decidió reunirse con su madre. El tema de la reunión era, ni más ni menos, que quitarle la ilusión por pensar que Jacob aprendería a leer. Ella siempre le compraba tarjetas alfabéticas con pictogramas de colores llamativos en el supermercado. Pero es que Jacob no se separaba de ellas. Las adoraba. Y eso, incomodaba a la profesora que, viendo su discapacidad, decidió dar un paso al frente para frenar lo que ella consideraba como algo desastroso.

«Quizá sea bueno que no se haga muchas ilusiones en lo referente a Jake, señora Barnett. Nosotros tratamos de formarlo para que pueda valerse por sí mismo el día de mañana. Para que aprenda a vestirse sólo, por ejemplo. Quizá sería mejor que no se esforzase tanto en el Jake aprenda el alfabeto». En ese momento, Kristine se dio cuenta de lo limitados que estaban los objetivos de ese colegio de educación especial para Jacob. No confiaban en que el niño aprendiese a leer nunca. Y, a pesar de saber que tenía un alto grado de autismo, ella comenzó a perder la esperanza de que su hijo tuviera una educación normal. Pero, a su vez, se negaba a cerrar el futuro de Jacob de un portazo, tal y como hizo su profesora.

Así, comenzó su plan educativo en casa desatendiendo cualquier consejo profesional. «El instinto me decía que si Jake seguía yendo a esa escuela, todo iría a peor. Quería abrazar la esperanza. Él tenía un talento especial y había que explotarlo de alguna manera. Y, si él quería tener tarjetas alfabéticas de colorines, en lugar de quitárselas, lo que iba a hacer era asegurarme de que tuviera tantas como quisiera».

2002, el año en el Jacob despertó gracias a las estrellas

Justo un año después, Jacob sabía leer perfectamente y se encontraba obsesionado con un manual universitario de astronomía que encontró en el suelo de una librería. Así, Kristine decidió llevarle al planetario de la ciudad, para seguir alimentando sus ansias de aprendizaje. Y allí ocurrió lo inesperado: Jacob sorprendió a todos los presentes hablando sobre todo lo que había aprendido en aquel manual universitario. «Fue asombroso, vi que salía del autismo gracias a sus intereses instintivos».

Pero no sólo comenzó a reír ya  hablar, ¡Jacob sabía hablar en cuatro idiomas!

A raíz de ahí, siguió alimentando su poderosa mente, devorando libro tras libro. Completó los estudios de secundaria sin pisar un aula jamás. Y, a los 8 años, comenzó sus estudios universitarios en matemáticas, astronomía y física en su ciudad.

Jacob Barnett: Del autismo a ser candidado al Premio Nobel

Según Kristine Barnett, el secreto para ayudar a Jacob a brillar fue centrarse en todos los aspectos positivos que tenía. Permitirle hacer lo que mejor sabía: llenar el suelo y las paredes de modelos y fórmulas matemáticas. Jacob sabía lo que hacía. «Para mí, aquellos patrones tenían mucho sentido»

A los 11 años, dejó de dormir por desarrollar sus teorías sobre astrofísica. Hasta el punto en el que sus teorías han llevado a profesores de prestigiosas universidades como la de Princeton a afirmar que, debido a la complejidad de sus teorías, si consiguiese resolver las incógnitas, estaría en la línea hacia el Premio Nobel. Y ahí no acaba su carrera. Ha sido incluso invitado como orador en la charla TEDx en 2013, donde expuso una magnífica charla titulada «olvida lo que sabes». Tan magnífica que, en medio de premios nobeles, académicos y líderes empresariales, su charla ha pasado a ser la tercera más popular del formato TEDx en general.

Ahora quedó claro, Jake tiene un prometedor futuro. Mucho más brillante que el que se podría haber esperado si su madre hubiese seguido el consejo de sus maestros en lugar de a su instinto. Jake es un joven alegre, pensante e inteligente, con un fuerte potencial. Aunque no sepa abrocharse los zapatos.

Compartir en RRSS

Post relacionados