La destreza del piloto sin piernas que se alzó en el podio

Amante de la velocidad y del deporte de élite, con tan sólo 17 años se convirtió en el deportista más joven en participar en los XIV Juegos Olímpicos de Invierno en Sarajevo 1984. Albert Llovera tenía un gran futuro en el mundo del esquí profesional.

 

Pero, un año después, la tragedia se cruzó en su camino en forma de accidente mientras esquiaba. El resultado: tres vértebras dorsales fracturadas y una paraplejia irreversible de por vida.

1985: El año cuando desapareció un campeón de esquí y nació un maestro del volante

Tras el trágico accidente que dejó a Albert Llovera en silla de ruedas, y lejos de rendirse, llegó el momento de adaptarse a su nueva vida. Lo primero que hizo fue buscar un vehículo adaptado a su condición. Un vehículo que le ayudase en su autonomía y le conectase de nuevo con la vida. 

Durante los dos años que duró su rehabilitación, Albert fue haciéndose al manejo de su coche adaptado. Tanto, tanto que comenzó a plantearse su futuro como posible piloto de carreras. Al principio, sonaba a chanza. Pero rápidamente comenzó a correr con los amigos de forma improvisada en aparcamientos de estaciones de esquí vacíos… «En ese momento tuve claro que yo también podía ser corredor a pesar de mi condición» relata en No Limits, su biografía.

Así, en 1989, y tras mucho pelearlo, Albert Llovera obtuvo su licencia de la Federación Catalana para poder competir legalmente.

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Campeón en igualdad de condiciones pero en desventaja constante

Acaban de cumplirse 30 años desde su accidente. 30 años en los que Albert ha conducido todo tipo de vehículos y en todo tipo de situaciones. Ha debutado rallies, rallycross, en el Dakar… ¡Ha pilotado hasta camiones! Y todo ello, a la vez que imparte lecciones de pilotaje adaptado en Barcelona.

Pero, aunque él es un campeón, nadie le ha regalado nada. Es más, ha tenido que esforzarse mucho más de lo normal. Pilotar un coche adaptado no es sencillo al principio. Requiere de una adaptación sensorial y de hábitos previa. Explicado por Llovera: «es cambiar las órdenes que envía el cerebro. Cambiar de forma de conducción implica una complicación a la hora de ordenar al cerebro que frene con la mano en lugar de con el pie, como en la conducción convencional. Lo mismo pasa con el acelerador. Pero nada es imposible y no tardas mucho en acostumbrarte». 

Además, Llovera piensa que, el hecho de haber sido deportista anteriormente, le ha ayudado bastante: «El esquí y el motorport son muy parecidos. En ambos debes tener una visión por adelantado. Debes avanzarte a lo que vendrá, una curva o una inclinación… Los esquís son los neumáticos, el contacto con la superficie; y las rodillas, las suspensiones».

Aunque… Una cosa es conducir y otra pilotar en competición… «Un piloto utiliza brazos y piernas con gran velocidad para realizar movimientos muy coordinados. Yo, al contar sólo con mis brazos, tengo que efectuar esos mismos movimientos pero el doble de rápidos para poder, al menos, igualarme al resto de pilotos».

Además, Llovera cuenta con dos hándicaps que complican aún más su pilotaje: su físico paralizado y un lastre de más de 50 kilos de peso adicionales, del equipamiento de adaptación. Y, a pesar de su doble esfuerzo, ha logrado alcanzar el podio siendo el único que competía con discapacidad.

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