Juan Araquistain aprendió a montar a caballo casi antes que a andar. Mirando a su padre, también un loco de los caballos, como él, a los catorce años, Juan domó su primer potro. A partir de ahí, primero ganó todos los títulos infantiles posibles en reining, una modalidad hípica consistente en que jinete y caballo deben lograr realizar una serie de maniobras en que se demuestra la habilidad del equino .
A los 18 años, Juan (hijo) ya era campeón absoluto de España y Cataluña en la modalidad. Todo iba sobre ruedas… hasta que la mañana del 15 de abril del año 2014 todo se paró… o se hubiera parado si no fuera porque Juan es como es.
Juan había tenido a los mejores maestros del mundo, entre ellos a Steve Harris, un legendario susurrador de caballos de Arizona (EE UU), que siempre decía que “montar es un privilegio, un regalo. Tienes que dar gracias a Dios por eso y por cada minuto de nuestra vida”. Aquella mañana, Juan dejó a un lado sus enseñanzas y le puso a su caballo, de nombre Pipo, una correa que le obligaba a mantener la cabeza humillada. En un momento dado, el caballo intentó erguirse -los caballos necesitan poder mover la cabeza para enfocar la vista- y, al no conseguirlo, el caballo dio un paso atrás… y cayó, con todo su peso y cuerpo, sobre el jinete. ¿Resultado? Entre otras lesiones, cuádruple fractura de pelvis, una mano destrozada y una hemorragia interna. Ningún médico se atrevía a decir si Juan volvería a caminar. Sin embargo, un año y ocho meses (además de varias operaciones) después, Juan lo consiguió: de la silla de ruedas a las muletas…y, de las muletas, a volver a caminar por sus propios medios y a proclamarse campeón de Catalunya de reining.
Montando sobre una silla especial, Juan Araquistain no ha abandonado su sueño de convertirse en jinete profesional…algún día. Sin embargo, y por ahora, lo más importante para él es enseñar a otros lo que a él le enseñaron y que, a la postre, tanto le ha servido: que montar es un privilegio, un regalo.